Hoy
en día la tecnología y sus múltiples aplicaciones han abarcado enormemente a la
sociedad. Para ser más puntual nos referimos a las redes sociales, aquellas
capaces de llegar a un público extenso con solo imágenes, textos cortos, e
incluso enlaces que nos trasladan a otras páginas llenas de información.
Lo
más importante de una red social es que nos permite comunicarnos con las
personas que nos siguen (amigos, familiares, gente desconocida), es decir
nosotros somos la ventana de ellos hacia la información.
Facebook,
Twitter e Instagram son las redes más utilizadas por los usuarios, en ellas,
podemos expresar nuestro pensamiento e ideas; sin embargo, nos les damos la atención
debida, pues por un lado le hemos otorgado la finalidad de divertirnos y aunque
no es esta la más indicada, debemos concentrarnos y aplicarlas para la
publicación de contenidos productivos a la comunidad.
Lo
práctico de estas herramientas es que existe retroalimentación de las partes
involucradas; por ejemplo, una información colgada en una cuenta proveerá
comentarios, afirmaciones y en ocasiones no muchos halagos, lo que quiero
enseñar con esto, es la capacidad de conocer si es relevante los datos y si a
las personas les agrada lo transmitido.
El
separar las cuentas personales y profesionales creará una barrera de seguridad.
Lo que suceda en el trabajo no debe interponerse con lo familiar y me refiero a
que no se amedrente a nuestros seres queridos por alguna publicación realizada
por nosotros.
Para un
profesional y amante al mundo de la comunicación mantenerse en lo que
comúnmente conocemos como el “ojo del huracán en los medios”, es muy
complicado; pero existe una solución fácil de completar. La publicación
constante, es un camino hacia el éxito, porque dejará una marca de nuestra
imagen y las personas interesadas en nosotros sabrán de lo que somos capaces.
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